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viernes, agosto 18, 2006

RELATO SENSEI

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"Os ruego que os acerquéis y escuchéis. Es muy difícil leer cuando no hay casi nadie que escuche".
La Condición del Samurai

Si se debiera resumir en pocas palabras la condición del Samurai, yo diría que en primer lugar es devoción en cuerpo y alma a un amo.
En segundo lugar yo diría que es necesario cultivar la inteligencia, la compasión y la valentía. La posición de estas tres virtudes reunidas puede parecer imposible al ser común, pero es fácil.
La inteligencia no es más que saber conversar de unas cosas y otras con los demás, consiguiendo con ello una sabiduría infinita.
La compasión cosiste en actuar en bien de los demás comparándose con ellos y dándoles la preferencia.
La valentía es saber apretar los dientes.
Es suficiente hacer esto en cualquier circunstancia. Todo lo que está más allá de estas tres virtudes no es útil conocerlo. En tercer lugar, en lo que concierne al aspecto exterior, es necesario cuidar su apariencia, su manera de expresarse y perfeccionarse en caligrafía. Esto no es más que un asunto corriente que es necesario mejorar con una práctica constante. En la base de todo esto hace falta sentir en nosotros la presencia de una fuerza tranquila. Cuando ella haya realizado todo esto, será necesario aprender la historia de nuestra tierra y de sus costumbres.
Luego podremos estudiar algunas artes recreativas.
Ser un Samurai es, a fin de cuentas, muy simple. Si miráis los que hoy en día son de alguna utilidad, os daréis cuenta que han reunido estas tres condiciones.
Los hombres valientes del pasado eran, en su mayoría, ruidosos; su exuberancia era signo de fortaleza y bravura. Como yo dudaba de ello, Tsunetomo me contestó:
"Se puede comprender que su vitalidad poderosa haya hecho de ellos seres rudos y exuberantes. Hoy en día, los hombres han perdido esta alegría ruidosa porque su vitalidad es menor. La savia se ha agotado pero su carácter ha mejorado. El valor es de otro orden. Que hayan perdido en vitalidad y ganado en dulzura no significa que posean una menor pasión por la muerte. Esto no tiene nada que ver con la vitalidad."
Aunque el Señor Ieyasu no haya ganado jamás una batalla, la posteridad ha dicho de él. "Ieyasu era un general muy valiente.
" Ninguno de sus Samurais murió en el campo de batalla dando la espalda al enemigo. Todos yacían con la cara vuelta hacia las filas adversarias."
Un Samurai toma una decisión tras otra y el conjunto llena toda su vida. Una vez que ha comprendido esta regla fundamental ya no tiene que manifestar jamás impaciencia ni buscar otra cosa que el momento presente. Su existencia fluye naturalmente, se concentra en sus decisiones. Sin embargo, las personas tienen tendencia a olvidar esta regla de conducta.

RELATO SENSEI: SENDERO DEL SAMURAI (ACTITUD CONVENCION)
Según una vieja leyenda, un Saurai, va de visita a la casa de un maestro. Al llegar se presenta a éste, contándole de todos los títulos y aprendizajes que ha obtenido en años de sacrificados y largos entrenamientos.
Después de tan sesuda presentación, le explica que ha venido a verlo para que le enseñe los secretos del conocimiento Zen.
Por toda respuesta el maestro se limita a invitarlo a sentarse y ofrecerle una taza de té.
Aparentemente distraído, sin dar muestras de mayor preocupación, el maestro vierte té en la taza del guerrero, y continúa vertiendo té aún después de que la taza está llena.
Consternado, el guerrero le advierte al maestro que la taza ya está llena, y que el té se escurre por la mesa.
El maestro le responde con tranquilidad
"Exactamente señor. Usted ya viene con la taza llena, ¿cómo podría usted aprender algo? "
Ante la expresión incrédula del guerrero el maestro enfatizó: " A menos que su taza esté vacía, no podrá aprender nada"

(Entrega taza de Té)
RELATO SENSEI:
NACIMIENTO del AGUILA (ROL SAMURAI)

Samurai significa “el que sirve".
En el corazón del bushido subyace la aceptación de la muerte por parte del samurai.
“El samurai encuentra su camino en la muerte”, dice el Hagakure,
“Oculto bajo las Hojas”.
“Una vez que acepta el hecho de la muerte, puede vivir sin preocuparse por morir, y actuar por principios, no por miedo."
“Si al ordenar su corazón cada mañana y cada noche uno logra vivir como si su cuerpo ya estuviera muerto, se obtiene la libertad en El Camino. Toda su vida estará libre de culpa, y logrará el éxito en su vocación.”

El estatus elevado de los samuráis y el enorme respeto del que gozaban en la sociedad no constituía una licencia para hacer lo que les viniera en gana. Más bien al contrario, era el resultado de una disciplina extrema y de las elevadas normas que regían sus vidas. Someter toda su vida a la disciplina les hacía capaces de actuar con decisión y seguridad en la batalla, que es el objetivo original “del camino”.
La práctica del zen liberaba sus mentes de las distracciones y les permitía buscar la perfección en todo, desde los haiku hasta el seppuku.
Al alcanzar la perfección en todo lo que emprendían, incluido el kendo - "el camino de la espada" - se convertían en guerreros invencibles y en una fuerza imparable en la sociedad.

Me dijeron que un maestro de sable ya anciano había dicho esto:
"El Samurai debe entrenarse toda su vida", y para ello hay una razón.
Al principio, incluso en caso de práctica regular, uno no tiene la sensación de progresar. Uno se sabe poco hábil y ve a los demás a su propia imagen. En este estadio es inútil precisar que no se es de ninguna utilidad al servicio del Daimyo. Cuando se alcanza un estadio mediano, uno no es todavía de gran utilidad pero toma conciencia de sus deficiencias y empieza a notar las imperfecciones de los otros.
Cuando un Samurai alcanza un nivel superior, es capaz de tomar, por propia iniciativa, decisiones en cualquier situación, de tal manera que ya no necesita los consejos de los otros. Un Samurai es, podemos decirlo, útil al Daimyo. Luego, por encima de este nivel, están aquellos cuyo rostro jamás revela lo que piensan, los que no hacen jamás gala de su habilidad, que fingen ignorancia e incompetencia. Y lo que es más: respetan la habilidad de los otros. Para muchos, ésta es la ambición más alta.
Pero a un nivel todavía más elevado existe un dominio que supera la habilidad del común de los mortales.
El que se compromete a fondo en la Vía de este campo, toma conciencia de que su entrenamiento será ilimitado y que no podrá estar jamás satisfecho de su trabajo.
Por esto un Samurai debe conocer sus debilidades y pasar su vida corrigiéndolas sin jamás tener el sentimiento de haber hecho ya lo suficiente. No debe, naturalmente, tener demasiada confianza pero tampoco sentirse inferior.

Yagyu, el maestro de la Vía del Sable, que enseñaba al Shogun Tokugawa, decía:
"Yo no sé cómo superar a los otros. Todo lo que sé es cómo superarme a mí mismo".
El se decía: "Hoy, yo soy mejor que ayer, mañana todavía seré superior".
Un verdadero Samurai consagra todo su tiempo al perfeccionamiento de sí mismo. Es por ello que el entrenamiento es un proceso sin fin.

Para un SAMURAI Es indispensable conocer su rol para preveer lo que conviene hacer en caso de crisis. Cuando ésta se manifieste, habrá que acordarse de la solución, para resolverla en consecuencia. Sin una preparación cotidiana, cuando sobrevenga una crisis delicada, se será incapaz de tomar una decisión rápida, lo que conlleva el riesgo de consecuencias desastrosas".
¿No es entonces posible decir que para poder tomar con calma decisiones importantes, hay que prepararse cada día con resolución?
Si no se consideran con cuidado y por adelanto todas las eventualidades, cuando ocurre el suceso no se está en medida de contestar adecuadamente y uno es deshonrado.

La vía del Samurai exige, entre otras cosas, que se esté siempre dispuesto a someter a prueba la firmeza de su resolución. Noche y día, el Samurai debe seccionar sus pensamientos prepara una línea de acción. Según las circunstancias, puede ganar o perder. Pero evitar el deshonor es un hecho distinto de la victoria o de la derrota; para evitar el deshonor tal vez le será necesario morir. Pero si, desde el principio, las cosas no se desarrollan como había previsto, debería intentarlo de nuevo. Para ello, ninguna sabiduría ni habilidad particular son precisas.
El Samurai valiente no piensa en términos de victoria o derrota; combate fanáticamente hasta la muerte. Sólo de este modo realiza su destino.


Se dice que al final de cada reunión de su clan, Oki Hyobu decía:
"Los jóvenes deben esforzarse en aumentar siempre su determinación y su valentía. Esto sólo podrá hacerse cuando la valentía esté enraizada en el corazón. Cuando el sable está roto, hay que atacar con las manos. Cuando las manos están amputadas, hay que servirse de los hombros. Cuando los hombros están cortados, hay que morder el cuello de diez o hasta de quince enemigo. Esto es realmente valentía."

RELATO SENSEI: MIL GRULLAS (PODER DE LA CONVICCIÓN)

Cuando Sadako Sasaki tenía dos años, una bomba atómica cayó sobre su ciudad, Hiroshima en Japón. Después de diez años, cuando ella tenía doce años de edad, los doctores en el hospital descubrieron que ella tenía leucemia, un tipo de cáncer causado por la bomba atómica.
Cuando Sadako está en el hospital, su pequeña amiga Chizuko le cuenta la historia de las mil grullas de papel.
La historia es que si estas enfermo y haces mil grullas de papel, los dioses te curarán de la enfermedad que tienes. Así es que Sadako hizo una meta de hacer mil grullas de papel. Sin embargo, cuando ella murió solo tenía 644 grullas completadas...
Tres años después de que Sadako murió, los niños de toda su ciudad, Hiroshima, dedicaron una estatua de ella con una grulla en su mano en un parque.
Sadako y las mil grullas ahora son un símbolo de paz para todo el mundo.
(Sensei deja Grulla de Papel sobre escenario animándolos a cumplir las metas por pequeñas o grandes que parezcan)
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RELATO SENSEI: RUTA DEL AGUILA
(PLANIFICACION / CONTROL)

En las Notas sobre las Reglas Marciales, está escrito lo siguiente:
"Ganar primero, combatir después, lo que dicho en dos palabras es ganar antes. La riqueza del tiempo de paz es permitir la preparación marcial para el tiempo de guerra. Con quinientos aliados, se puede derrotar a una fuerza enemiga de diez mil hombres."

Cuando se ataca, no se ha de despreciar esperar el buen momento. Esperando el buen momento no se debe olvidar el ataque.

El lenguaje militar emplea los términos de "Samurai ilustrado" y de "Samurai ignorante". Un Samurai que ha esperado tenerse que enfrentar con situaciones difíciles para aprender a salir de ellas no es ilustrado.
Un Samurai que se preocupa por adelantado de todas las situaciones y soluciones posibles, es sabio. Será por lo tanto capaz de hacerle frente con brillantez cuando la ocasión se presente.
No importa lo que ocurra, un Samurai ilustrado es aquel que se preocupa de los detalles de la acción, antes de la hora.
Un Samurai imprevisor, en cambio, da la penosa impresión de arrastrase en una gran confusión y su éxito sólo proviene de una suerte anormal.
Sólo un Samurai negligente no considera todas las eventualidades antes del momento de la acción.
No comparto la opinión de los que preconizan una autoridad estricta y constante.
Existe lo que se llama la actitud durante la tormenta (Imprevistos).
Cuando uno es sorprendido por una repentina tormenta, se puede o bien correr lo más aprisa posible o bien colocarse rápidamente bajo los aleros de las casas que bordean el camino. De todos modos nos mojaremos. Si uno ya estuviera preparado mentalmente a la idea de estar mojado, se estaría a fin de cuentas muy poco contrariado con la llegada de la lluvia. Se puede aplicar este principio con provecho en todas las situaciones que implican cambios o contratiempos.

Hay que asir toda ocasión y no dejarla escapar jamás, por tanto es fundamental hacer de cada error o dificultad una oportuna y aprovecharla al máximo.

RELATO SENSEI: PACTO DE HONOR

El árbol genealógico del Señor Soma, sobrenombrado el Chiken Marokoshi, era el más elaborado del Japón. Un año en el que su hacienda se incendió y estuvo a punto de ser destruida, el Señor Soma dijo:
"Incluso si la casa, los muebles y todo el resto es destruido, no lo lamentaré porque son cosas que se pueden reemplazar. Lo único que lamentaré es no haber podido salvar mi árbol genealógico, que es un tesoro de familia de lo más precioso." Allí estaba un Samurai y dijo:
"Voy a entrar en la casa y traerlo."
El Señor y los demás se pusieron a reír, diciendo: "La casa es ya pasto de las llamas, ¿cómo lo conseguiréis?" Aquel hombre no había sido jamás muy hablador y no había sido particularmente diligente pero era alguien que iba hasta el final en todo lo que hacía. Dijo también: "Hasta ahora no he sido de una gran utilidad a mi amo, porque no he sido muy cuidadoso, pero he vivido con la idea de que un día mi vida podría ser útil. Me parece que este momento ha llegado." Entonces se lanzó a las llamas. Cuando el incendio fue apagado, el amo ordenó: "¡Que se encuentre su cadáver! ¡Qué gran pérdida!" Después de haber buscado por todas partes, se descubrió su cuerpo en el jardín próximo a los apartamentos; cuando se le dio la vuelta, salió sangre de su vientre. El Samurai se había abierto el vientre y en él había colocado el documento para que permaneciera intacto. A partir de ese día, se sobrenombró este documento "la genealogía de la sangre".

Un Samurai no debe jamás relajar su esfuerzo sino que debe perseverar toda su vida en el entrenamiento. Pensar que uno puede relajar la disciplina del entrenamiento porque simplemente ha hecho algún descubrimiento personal, es el colmo de la locura. Un Samurai debe estar constantemente animado por el pensamiento siguiente:
"En tal o cual punto todavía disto mucho de la perfección" y consagrar toda su vida más y más al perfeccionamiento, buscando asiduamente la vía verdadera. Es por una práctica así que se puede encontrar la Vía.

No hace aún cincuenta o sesenta años que los Samurais hacían sus abluciones cada mañana, se afeitaban la cabeza y perfumaban el moño. Luego se cortaban las uñas de las manos y de los pies, las limaban con piedra pómez y luego las pulían con hierba Kogane. No mostraban jamás señal alguna de pereza en este asunto y se cuidaban con atención. Después el Samurai verificaba su sable largo y su sable corto para comprobar que el óxido no los deterioraba; les quitaba el polvo y los limpiaba para cuidar su brillo.
Tomar tal cuidado de su apariencia puede parecer una manifestación de fatuidad pero esta costumbre no provenía de una inclinación para la elegancia o lo romancesco. Uno puede ser llamado en cualquier momento a librar una dura batalla; si se muere habiendo descuidado su pulcritud, se da muestra de una relajación general de las buenas costumbres y uno se expone al desprecio y al descuido del adversario.

Un escrúpulo tal puede parecer una pérdida de tiempo y una ocupación muy fútil, pero forma parte de la vida del Samurai. En realidad, ello precisa menos esfuerzo y tiempo de lo que parece. Si quiere estar dispuesto a morir, un Samurai debe considerarse ya muerto; si es diligente en su servicio y se perfecciona en las artes militares, no se cubrirá jamás de vergüenza. Pero si se dedica a hacer egoístamente lo que le plazca, en caso de crisis de deshonrará. Incluso, no será jamás consciente de su deshonra. Si nada le importa, excepto el hecho de no estar en peligro y de sentirse feliz, se descuidará de una manera completamente lamentable.

Es seguro que un Samurai que no está preparado para morir, morirá de una muerte poco honorable. En cambio, si consagra su vida a preparar su muerte, ¿cómo podría tener un comportamiento despreciable? Uno debería reflexionar seriamente al respecto y armonizar su conducta en consecuencia.
¿Necesito añadir que un Samurai que se olvida de sus obligaciones hacia los demás es despreciable, cobarde e indigno?

Simplemente,io